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Lecciones de Vida

Matías del Río: “Si me autocensuro para evitar el qué dirán, entonces me dedico a vender cuchiflís”

Matías del Río: “Si me autocensuro para evitar el qué dirán, entonces me dedico a vender cuchiflís”

El periodista de TVN cuenta -en primera persona- cómo han sido estos días donde ha estado en el ojo de las criticas de redes sociales por sus preguntas a algunos candidatos presidenciales.

Por: María José López - Fotos: José Miguel Méndez | Publicado: Domingo 4 de julio de 2021 a las 04:00
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"Han habido otros momentos de harta crítica y funa, como el de ahora. Hace años, en CHV, cuando conducía Tolerancia Cero, llegaron representantes del Colegio de Profesores hasta la puerta del canal y salió Felipe Bianchi a defenderme. Conversé con ellos. Me criticaban por mi relación con los colegios. No soy sostenedor, soy colaborador hace 13 años (de la fundación Astoreca).

Lo mismo pasó hace dos semanas cuando entrevisté al actual presidente del Colegio, me hicieron bolsa nuevamente. Tres días después vino la entrevista de Daniel Jadue (en Estado Nacional, TVN) y ahí la funa se puso más pesada.

Hay días en que todo esto me importa más, que amanezco más bajoneado, y otros, menos. Pero no te podría decir que no me afecta. La presión es dura.

Es súper injusto todo lo que está pasando porque se dicen cosas que no son verdad, como lo de los colegios, como si yo tuviera algún interés económico, y para nada. Es una fundación sin fines de lucro que sostiene colegios vulnerables. Este año dejé de participar en directorios porque no quiero fregar al colegio. Por eso, de que es injusto, es injusto.

Otra cosa, es que a lo mejor yo sin darme cuenta, haya tenido una forma agresiva de entrevistar, que no se condice con los tiempos. No es que no sea autocrítico. Cuando estaba la cosa más brava, estos días, les pedí a cuatro periodistas viejos, con historia, creíbles: “miren bien la entrevista y háganme las críticas que sean necesarias”. Y me las hicieron: van desde el lenguaje corporal, el tono de voz, y me recomiendan preguntar más y opinar menos. Algunos como conclusión me dijeron: “yo sé qué es lo que quieres decir, yo sé que eres anti nada, pero no se nota, da la sensación de que te picas”. La verdad es que yo no me pico. Cero.

Me llama la atención cómo la gente no conoce este trabajo. No estoy en la defensa ideológica de nada. Cuando le pregunté al aire a Sebastián Piñera en Tolerancia Cero, la primera vez que se sentó en el canal en 2010, por qué mantenía la propiedad siendo presidente de la República, y si no creía que era incompatible, me trataron pésimo. Y me tildaron de izquierdista. 

Ahora, cuando le pregunto a Jadue lo que le pregunto, no es por fregar a Jadue, con quien tengo buena relación. De hecho he hablado dos veces después del programa con él. Él me llamó una, y yo otra. Le dije: ‘no a todos los entrevistados les hacemos las mismas preguntas, sencillamente porque no todos hacen propuestas tan pasadas para la punta como tú. Los otros proponen cosas más o menos esperables. Pero nadie propone no desalojar, por ejemplo, a quienes ocupan propiedades de manera ilegal. Si te pasas para la punta, las preguntas van a ser puntudas’. Si propone una institución que vele por la objetividad de los medios de comunicación, él tiene que saber que va a haber una reacción.

Con Jadue ese día discutimos, así como hemos discutido otras veces, pero siempre con lealtad y confianza. Nos conocemos hace muchos años, desde la época de El Termómetro, le tengo mucho cariño en lo personal. Pero si me dice que las platas de las AFP ya pagaron impuesto, y me quedo callado para no caer mal, no estoy haciendo mi trabajo. No tenía cómo saber que él no estaba al tanto de aquello, ni que diría que los créditos hipotecarios eran caros, o que la jornada laboral en Alemania era de menos de 36 horas. No son preguntas que yo preparé para pillarlo. Son fruto de la improvisación que se da en cualquier entrevista. Trato de hacer mi trabajo lo más honestamente posible. Sabemos que está sensible el tema. Nuestro trabajo consiste en tratar de interpretar lo que la gente quiere preguntar. 

He llamado a personas que me ha agredido en redes sociales, gente que conozco, de influencia pública. Les pido que por favor, en ese tono no, que si tiene una crítica me la haga, pero sin violencia. Lo hice con Carmen Hertz, quien tuvo la decencia de contestarme, pero otros no. Me enteré del tuit que escribió (que planteaba que le faltaba decencia profesional y que tenía hidrofobia) y le escribí un WhatsApp diciéndole ‘estimada Carmen soy Matías Del Río, sé que esta pega es dura y sin llorar, pero te reconozco que me dolió particularmente porque eres una mujer que admiro desde siempre. Preparo entrevistas con preguntas que creo que hay que hacer. No trato de agredir ni favorecer a nadie. Menos a Daniel con quien tenemos una excelente relación de años’.

Le conté que esa mañana me habían amenazado, que mis hijos me preguntan qué pasa y que ella podía seguir pensando que soy una vergüenza, y yo admirando su historia. A los tres minutos me respondió. Me planteó que a su parecer hubo un exceso con Jadue. Hubo un intercambio de mensajes de muy buen nivel, mucho respeto. Me pidió perdón y borró el tuit. Acá en Vitacura, donde vivo, me critican por lo contrario, por izquierdista. Me tratan de mala manera algunos, no muchos tampoco. El 99% de la gente es mesuradísima tanto en crítica como alabanza, súper respetuosa.

No reviso mis entrevistas. Me da mucho pudor. Debiera hacerlo. Jaime de Aguirre siempre me retaba por eso. Soy bien autocrítico con la entrevista que hicimos a Mario Desbordes (una semana después de Jadue), no así con las otras dos (Ignacio Briones y Gabriel Boric). Igual creo que era una situación súper difícil: había que mantener los niveles de agudeza. Había mucho morbo sobre lo que iba a pasar con los otros candidatos que venían. Siento que no estuvimos muy finos en toda la entrevista. Hablo en lo personal. No por la Coni (Constanza Santa María). 

No lo he pasado bien este último tiempo porque sentirse agredido duele, aunque sean agresiones sin verdad, o de gente que no te conozca. Cuando uno hace la pega creyendo que se hace con respeto, honestidad y cariño, uno no supone que te van a tirar tanta mugre en contra. Por supuesto que duele que yo no pueda caminar por cualquier calle de Santiago como lo hacía hace 10 años o como lo puede hacer cualquier persona; me da miedo que alguien me agreda. Claro que duele. Claro que jode. Tomo muchos más resguardos ahora. La mascarilla en eso ayuda, paso más piola. 

Yo veo a esta pega de función comunicadora, como una que une mundos, no que divide. Entonces verse como factor de división, no es mi vocación, lo encuentro injusto y sobre todo no me gusta. No me gusta la violencia. Soy amarillento, soy fome, soy ñoño, me gusta el diálogo, llegar a acuerdos.

En ocasiones como esta, uno piensa si es que este es el lugar en el que uno quiere estar. Cuando te comentan todo el rato que eres trending topic, o que te cortan frases mal intencionadamente y que te sacan de contexto para sacarte la mugre, claro que uno se pregunta ¿vale la pena? ¿No será mejor plantar lechugas? Pero cuando pasa el momento más duro, surge nuevamente el sentido de la responsabilidad: alguien tiene que hacer esta pega, aunque caiga mal, es importante en estos momentos poner calma, equilibrio, equidistancia. 

Me acomoda mucho trabajar con la Coni, tenemos mucha onda. Creo en la complementariedad de los equipos. Ella es más punzante, más enérgica que yo. Pero este ciclo de candidatos presidenciales es un programa especial, por eso he estado más insistente, y tal vez, con un tono de voz más pesado. 

Participaré en el debate presidencial de TVN como entrevistador. Me toca un día a mí y otro a la Coni, no sé si con la derecha o la izquierda. Pese a las críticas recientes, seguiré con el mismo tipo de preguntas. Porque si me autocensuro para evitar el qué dirán, entonces me dedico a vender cuchiflís. Pero tengo que aprender a cambiar el modo, porque a veces pareciera que estuviera enojado y créanme que no me enojo nada. Y cuando Desbordes me preguntó al final del programa si las preguntas me las había hecho Carlos Larraín, pese a que aquello era ofensivo, no me enojé. 

No entro a Twitter porque me hace mal. Crecí en una casa donde se discutía mucho. Y aprendí que la discusión no significa pelearse ni ofender. Soy el que piensa distinto a todos mis amigos, probablemente, y desde el colegio. Cuando prácticamente todos eran del Sí, peleábamos por eso, pero somos amigos. Ahora tengo posiciones discordantes con la gran mayoría de ellos, pero seguimos siendo amigos. Me rebela pensar que estamos en una sociedad donde discrepar es pelear. Yo feliz me tomaría un vino con Daniel Jadue hoy mismo en la noche, si tuviera tiempo. Hemos estado muchas veces juntos, no tomando vino, pero sí compartiendo con humor. 

Estamos viviendo el momento más difícil como comunicadores. A las redes sociales les falta evolución para que dejen de ser lo que son muchas veces: un riesgo para la democracia. En vez de ser un espacio para dialogar, se ve como un lugar para aprovechar de sacar la madre. No estoy usando RRSS mientras sienta que hacen más daño que un aporte. Tal vez no tendré el coraje, la costra, pero me duele mucho que me agredan. Nunca pensé ser yo una persona que generara odio. Y lo he generado en algunas personas y eso me hace reflexionar mucho sobre por qué sucede.

Me ha llamado mucha gente apoyando, desde candidatos presidenciales, hasta rectores de universidad, intelectuales de izquierda, después de las funas que recibí. Me emocionó la carta de apoyo que publicó Santiago Pavlovic. Nunca he cruzado con él más que un hola y chao en el pasillo. Me conseguí su número y le escribí.

Siempre dicen que Fernando (Paulsen) fue mi gran maestro. Fue quien me hizo jugar en primera. Fue el que me tiró a la cancha. Me hizo opinar, meterme a programas de radio. Pero mi gran motivadora, referente, fue la Margarita Serrano. Fui su ayudante, escribimos un libro juntos y fuimos amigos hasta el día de su muerte. La echo de menos todos los días. Aquí en esta pasada hubiera estado muy cerca mio, me hubiera retado, era muy crítica mía. ‘Mi Mati’, me decía.

Soy el primer periodista de mi familia. No siempre quise serlo. Nunca supe mucho qué quería hacer, pero sentía que me la podía para esta carrera y no para muchas otras. Me iba bastante mal en el colegio. Estudié Antropología un año y me cambié. Con el tiempo me di cuenta de que siempre fui muy periodista. Hacía cosas muy insólitas sin darme cuenta, como ir al conteo de votos de la FEUC estando en el colegio. Lo hice cuando ganó la oposición por primera vez, era un hecho histórico y quise presenciarlo.

Mientras estaba en tercero o cuarto medio, había un equipo de música en mi casa y hacíamos turnos para usarlo. Cuando me tocaba, escuchaba la onda corta de Radio Moscú. Me llamaba la atención lo que se decía de Chile. Me acostaba escuchando radio hasta las 1 am. Nunca vi tele. No veo hasta el día de hoy. Me aburre mucho, la encuentro monótona. La radio, en cambio, me hace imaginarme ambientes, situaciones.

Me tranquiliza más trabajar en radio, me facilita más la vida. Pero la tele la hallo total, porque tiene una potencia masiva fabulosa”. 

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